About La Dama de Blanco
Esta es la historia de lo que puede resistir la paciencia de la Mujer y de lo que es capaz de lograr la tenacidad del Hombre. Si en el mecanismo de la Ley para investigar cada caso sospechoso y conducir cualquier proceso la influencia lubricante del oro desempeñase un papel secundario, los sucesos que vamos a narrar en estas páginas podrían haber reclamado la atención pública ante los Tribunales de Justicia. Pero la Ley, en algunos casos, está inevitablemente a las órdenes del que presenta la bolsa más repleta y por ello contamos la historia por primera vez en este lugar tal como debió haberla oído algún día el Juez; así va a escucharla ahora el Lector. Ninguna circunstancia importante, de principio a fin de esta declaración, ha de relatarse de oídas. Cuando el que escribe estas líneas introductorias (de nombre Walter Hartright) haya estado en relación más directa que otros con los sucesos de que habla él mismo lo contará. Cuando falle su conocimiento de los hechos dejará su lugar de narrador, y su tarea la continuarán, desde el punto en que él lo haya dejado, personas que pueden hablar de las circunstancias de cada suceso con tanta seguridad y evidencia como él mismo ha hablado en anteriores ocasiones. Por tanto esta historia la escribirá más de una pluma, tal como en los procesos por infracciones de la Ley el Tribunal escucha a más de un testigo, con el mismo objeto, en ambos casos, de presentar siempre la verdad de la manera más clara y directa; y para llegar a una reconstrucción completa de los hechos intervienen personas que tuvieron una estrecha relación con ellos en cada una de sus sucesivas fases, que relatan palabra por palabra, su propia experiencia. Oigamos primero a Walter Hartright, profesor de dibujo, de veintiocho años de edad.
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